27/9/09

Retratos


David. 1999. 38x49


Rosita. 2001. 60x150



Gaëtan. 2002. 50x61


17/9/09

Miradas desde el dibujo y la fotografía al arte de la belleza clásica.

Instituto Alicantino de Cultura «Juan Gil-Albert».
Casa Bardin, calle San Fernando, 44, de Alicante.
Julio/Octubre 2009.



Exposición con las obras premiadas y seleccionadas en el concurso Miradas desde el dibujo y la fotografía al arte de la belleza clásica, que fue realizado como complemento a los actos paralelos que tendrán lugar en Alicante con motivo de la gran exposición que acogerá el museo arqueológico de la ciudad, el MARQ, perteneciente a la Diputación Provincial, sobre la belleza griega, exposición en la que podrán contemplarse piezas como el discóbolo de Mirón.

Perfil órfico.

Todo comienza con la contemplación de una radiografía digital de huesos propios (nariz). La belleza de este perfil griego en el que se superponían piel, carne y hueso a través de positivos y negativos. Luces y sombras que me devolvieron a un héroe mitológico que investigué en mi época de estudiante.
Orfeo no sólo era un maravilloso cantor que, al son de su citara, amansaba fieras, calmaba tempestades y vencía a las cantoras sirenas. Orfeo es también un chamán (sanador y adivino que desciende a los infiernos para rescatar a su esposa) fundador de misterios en los que se unían dos tendencias enfrentadas: la orgía dionisiaca y la katharsis apolínea.

Me sirvo de Orfeo como referente de fusión de dos corrientes que no son tan antagónicas como en un principio se plantean: el Clasicismo, el arte de Apolo (claridad, simplicidad, racionalidad, armonía, moderación,…) y el Romanticismo, perteneciente a Dionisos (fusión del hombre en la naturaleza, éxtasis, inspiración, interioridad,…).

Ambas se alían y complementan como el día y la noche, como la vida y la muerte.

Perfil griego (Orfeo). 2009. Diptico 70x100cm, c.u.

Arte y genitalidad.

El cuerpo es rico en asociaciones y cuando se convierte en arte, esas asociaciones no se pierden por completo, no pueden quedar ocultas. Es imposible que un desnudo no despierte en el espectador algún vestigio de sentimiento erótico y/o sexual. No podemos evitarlo, mientras exista ropa, mientas halla pudor… también habrá tentación y deseo. El cuerpo humano desnudo es en sí mismo un objeto en el que la vista se detiene con agrado y que nos complace ver representado.

En un desnudo integral masculino, a diferencia del femenino, los genitales son más que visibles y cobran un protagonismo desproporcionado aunque ni siquiera se muestren en erección. El arte occidental nunca ha llegado a una convención satisfactoria sobre el modo de tratarlos. Desde los griegos y el clasicismo, que optaron por reducir su tamaño con relación al cuerpo, los genitales han sido exiliados, desdibujados, o bien han quedado ocultos tras estudiadas poses, zonas de penumbra, estratégicas telas o convencionales hojas de parra,… que solo acentuaban el hecho de ocultar algo, en lugar de conseguir que pasara desapercibido.

Hoy en día los espectáculos de striptease se han normalizado (incluso los masculinos) e Internet ha liberado el impulso exhibicionista de los internautas (especialmente entre los varones). Las imágenes de hombres que voluntariamente muestran su genitalidad hace que cualquier posible impacto, escándalo o trasgresión a través del sexo quede desterrado del panorama artístico actual.

No es necesario mostrar enormes penes erectos para hablar de sexo. La exageración y el escándalo solo contribuyen a mitificar su artificialidad. El sexo no es algo ajeno a nosotros, forma parte de nuestro cuerpo, de nuestra vida. No es algo oscuro y terrible pero tampoco es el centro de nada.

El sexo está en la mirada del observador. No es necesario mostrar genitales para hacerlo presente, pero si es necesario mostrarlos para naturalizarlos.

15/9/09

La belleza del cuerpo.

El cuerpo humano es una imagen social. Las sociedades tradicionales se basan en la idea de un precedente recibido de los padres y de un proyecto a transmitir a los hijos: el presente no existe. El sacrificio o renuncia a la vida en función de lo venidero es la norma. En contraposición, en los sistemas temporales no existe renuncia alguna.

En la sociedad contemporánea ambos sistemas cohabitan en un permanente conflicto. De ahí que el cuerpo pueda ser bien medio o instrumento, bien objetivo o fin. Cuerpo como máquina de hueso y carne, como fuerza productiva obediente y rentable, frente al actual proceso de egotización de la vivencia corporal. Narcisismo controlado por un sistema que lo modela como objeto de consumo en función de unos cánones de juventud y belleza.

Ya no se desprecia el saco de piel que encierra el alma como prisión. Ahora se estira en busca de una eterna juventud. La sumisión del cuerpo se ha transformado en una sumisión al cuerpo, en un ritual de culto, adoración e incluso de transformaciones en busca de la imagen perfecta.

La belleza también responde a un ideario social pero está llena de subjetividades (gusto, agrado, deseo y atracción). La belleza que pinto y muestro va más allá de la edad, la moda, el gimnasio, los anabolizantes y la silicona. Será pues el espectador quien determine o no, en función de sus modelos o preferencias, si este es el buen cuerpo o es el malo, si es demasiado o no lo bastante.

Mostrar cuerpos anoréxicos u obesos para criticar los modelos corporales que marca la sociedad no plantea solución alguna. Son situaciones extremas que critican el exceso, no los modelos. Más interesante resulta exhibir la hermosura de un cuerpo no prototípico. Si llegamos a apreciar la belleza fuera de los cánones actuales de juventud y tallas, estaremos más cerca de la solución.
Internauta 01. 2009. 30x40.

Orfeo (1996).

Orfeo es un título que se ha ido repitiendo en mi trayectoria artística (especialmente en los comienzos) por diferentes motivos.

Inicié una serie de fotografías sobre mí mismo, proyectando una serie de diapositivas sobre mi cuerpo, sobre mi rostro. No había nada prefijado. Se trataba de un juego de duplicidad: modelo y fotógrafo, objeto y sujeto, sujeto y cámara. Me encontraba delante de la cámara y, a la vez, tras ella e iba realizando una serie de fotografías imaginarias que adivinaba, que intuía.

La oscuridad me envuelve. La luz del proyector -cálida y tenue- provoca no obstante una dura sombra sobre la loneta blanca que me sirve de fondo. Descubro mi sombra y con ella mi cuerpo.
La imagen de la diapositiva se deposita sobre mi piel, siento como me tatúa, como recorre las diferentes partes de mi cuerpo. A medida que avanzo, retrocedo, giro,… la imagen se deforma, sigue mis curvas, mi pecho, mi espalda,… Todo mi cuerpo le pertenece. La imagen proyectada es mi dueña. Le pertenezco como el camaleón al espacio que le envuelve y protege.

Abandono la realidad y poco a poco me transformo en imagen. Me dejo llevar, envuelto por la magia y el misterio, apreto el puño contra mi pecho y consigo gritar.
La creación-aceptación del armario conlleva una serie de dualidades enfrentadas e incluso contradictorias. “Macho” de día y “marica” de noche. Dos realidades condenadas a simultanearse en función de cada situación, de cada contexto.
Unidad y fragmentación, ser único y a la vez plural, delante de la cámara y, a la vez, tras ella. Enfrentamiento de imágenes: una imagen social, luminosa, que es proyectada y queda adherida al cuerpo desnudo, enmascarando el deseo prohibido.
Doble imagen hacia el exterior como dualismo de mi mismo ser. Doble imagen hacia el interior como sentimientos contradictorios. La comodidad del armario (que nada cambie) y el deseo de salida, de apertura (que todo cambie).
La soledad y el silencio  frente al placer del secreto.  
"Grito de frustación… grito de placer"
Serie fotográfica de 1996: Orfeo.

14/9/09

Hubert: Mi marido.


Hubert. 2003. 50x160cm.


Hubert (A la sombra del granado). 2006. 105x105cm.


Hubert (Reflexion). 2008. 100x81cm.


Hubert (El albornoz azul). 2008. 195x114cm


Hubert (El albornoz azul II). 2009. 130X195cm.


Hubert (El albornoz azul III). 2009. 100X122cm.


Hubert (El albornoz azul III). 2009. Detalle


Hubert (El albornoz azul III). 2009. Proceso.



Latente. 2003. 61x180cm.




Siesta. 2008. 120x120cm




Uno en dos. 2008. 195X114cm.




Janvier (Ego Je). 2009. 195X114cm.

Homúnculos en hibernación.

Creo que el arte no debe recrearse en sí mismo, como dios supremo y centro de un universo del que ni siquiera participa. No puede olvidarse del hombre que lo contempla. Ha de hablar de él.
Teniendo en cuenta que ya existen suficientes telediarios y programas basura en televisión que se encargan de mostrar cada día las miserias del ser humano… ¿por qué no plasmar las cuestiones de una forma bella y pausada?
Belleza como antídoto a la insensibilidad a la que nos hemos llegado a acostumbrar. Silencio y calma. Generar un intervalo de tiempo ausente, un cambio de ritmo, una pausa frente a las prisas de esta sociedad acelerada en aras del progreso.
Crear un cierto estado de bienestar o relajación previo, nos hace más receptivos a cualquier pregunta. Utilizo pues la pintura figurativa en busca de belleza, equilibrio, armonía, plasticidad,…; pero también me sirvo de su carácter altamente narrativo, lleno de afirmaciones e interrogaciones.
De esta forma, el cuerpo humano, si bien es el protagonista indiscutible de la obra, llenando el lienzo en su totalidad; no deja de ser una excusa, un punto de partida hacia la reflexión.

Los lienzos no corresponden a retratos. No hay interacción directa, no hay mirada. Se trata de no-retratos de cuerpo presente. No, no son cadáveres sino cuerpos reducidos a la hibernación, a un estado letárgico mental. Contrariamente a lo que se suele decir: aquel que no ve lo que tiene delante no está ciego sino aletargado. La ceguera castraría toda posibilidad ver, de despertar. La hibernación no sería más que un tiempo en espera, un estado transitorio de latencia, de no vida. No es necesario morir para resucitar en otro paraíso. Simplemente tenemos que despertar de este sistema artificial llamado realidad.

Un cuerpo que se muestra al desnudo no solo se halla despojado de vestido que lo cubra o adorne. Se muestra descubierto, a la vista de todos, libre de ese artificio llamado identidad. Los lienzos quedan libres del peso de los simulacros y las normas que rigen el artificio social en que vivimos. La carne no sufre los efectos de gravedad alguna. Los cuerpos se disponen cabeza abajo pero no pueden caer; tumbados y suspendidos a la vez. Homúnculos de carne y sexo que, ajenos a las leyes de Newton que gobiernan la sala, quedan encapsulados en su propia ingravidez.

 Cognitio Matutina. 2009. 100x162cm

Cognitio matutina

Cognitio matutina como conocimiento del despertar. Punto de unión entre luz y sombra en el que los sueños dan paso a la conciencia y las necesidades primarias dionisiacas desarrolladas en el durmiente ceden ante el control apolíneo del que despierta.
Lo sublime y lo perverso quedan emparentados, interrelacionados. Se alían y complementan como el día y la noche, como la vida y la muerte. Es el momento en el que el blanco y el negro dejan de ser enemigos. La recortada silueta de la sombra se adhiere al cuerpo como una segunda piel, acompañándolo como elemento integrador de figura y fondo, de veladuras y opacidades. Sombra que envuelve la luminosidad de un cuerpo que llena el lienzo en su totalidad como protagonista indiscutible de la obra. Sombra y piel. Piel y lienzo.
El cuerpo se muestra al desnudo, al descubierto, a la vista de todos, despojado de vestido que lo cubra o adorne. Se libera de ese artificio llamado identidad, disfraz con el que, en función de un papel-guión aprehendido (mejor o peor ensayado), navegamos en ese gran teatro que es la vida en sociedad.
El lienzo queda libre así del peso de los simulacros y las normas que rigen el artificio social en que vivimos. El tiempo se detiene, petrificado en un cuerpo que, suspendido, no puede caer. Homúnculo encapsulado en su propia ingravidez como silencio y calma del despertar.