17/9/09

Perfil órfico.

Todo comienza con la contemplación de una radiografía digital de huesos propios (nariz). La belleza de este perfil griego en el que se superponían piel, carne y hueso a través de positivos y negativos. Luces y sombras que me devolvieron a un héroe mitológico que investigué en mi época de estudiante.
Orfeo no sólo era un maravilloso cantor que, al son de su citara, amansaba fieras, calmaba tempestades y vencía a las cantoras sirenas. Orfeo es también un chamán (sanador y adivino que desciende a los infiernos para rescatar a su esposa) fundador de misterios en los que se unían dos tendencias enfrentadas: la orgía dionisiaca y la katharsis apolínea.

Me sirvo de Orfeo como referente de fusión de dos corrientes que no son tan antagónicas como en un principio se plantean: el Clasicismo, el arte de Apolo (claridad, simplicidad, racionalidad, armonía, moderación,…) y el Romanticismo, perteneciente a Dionisos (fusión del hombre en la naturaleza, éxtasis, inspiración, interioridad,…).

Ambas se alían y complementan como el día y la noche, como la vida y la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario