JARDIN COMO PROCESO.
“La vida, como el
arte,
no es un instante, es un
proceso."
R. MORRIS (7)
Hace algo más de un
año que comenzamos (8) este proyecto. Compramos una casa en el
campo, con un jardín que no era más que un inicio, un terreno lleno
de posibilidades. Volví a ser albañil, me hice jardinero.
Aquí el proceso se
realiza en un doble sentido. Por un lado está la acción del hombre
(nuestra actuación) sobre el jardín y por otro está la acción de
naturaleza en sí misma, que transforma el jardín en una
arquitectura espacial que se transforma con el tiempo, sujeto
a un ciclo vital, que se mueve en el circulo de las estaciones, en su
renovación biológica. Tiempo como presencia absoluta de la
naturaleza. “Jardín que sobrepasa la caducidad del tiempo”
(9).
Me siento un artista
trabajando directamente sobre la naturaleza. Como un
artista-jardinero que dibuja caminos con piedras y cemento, que
separa planos y alturas, delimitando espacios a través de contornos.
Es una especie de intervención, pero no sobre el lugar, sino más
bien con el lugar. No pretendo dominar la naturaleza, sería
absurdo. Sólo pretendo ayudarla en su camino, en se crecer.
El arte del jardín
es el embellecimiento de la tierra por medio de todas las
posibilidades que la tierra ofrece a la intuición, flores, arbustos,
árboles… combinadas de forma diversa y conforme a una idea, a un
pensamiento no planificado que surge de la interacción con el
terreno. Me dejo llevar por el jardín, por sus formas y pendientes,
actuando en función de ellas. Las leyes que construyen el jardín,
luz, composición, ritmo… no surgen de la razón, sino
de la relación con la naturaleza, como partícipe de una trama que
ella me insinúa, de un secreto que me llega al inconsciente.
El jardín tiene que
ser entendido como naturaleza enteramente subjetivada en la que el
artista-jardinero hace con los elementos del jardín lo mismo que el
poeta hace con las palabras:“los junta de tal modo que parecen
nuevos y excepcionales y, al mismo tiempo, es como si por primera vez
fuesen ellos mismo y se acordasen de ellos mismos” (10).
Crear un camino es
cansado pero… maravilloso. Busco piedras en el campo a modo de
objeto encontrado y busco también, para ellas, un lugar en el
que depositarlas. Pero no en cualquier lugar. Debo encontrar aquel
que le corresponda, aquel que ellas mismas estaban esperando.
Intentando disponerlas de forma más o menos armónica, más o menos
equilibrada, pero siguiendo su forma y no la mía, respetando el
entorno. No se trata de crear caminos, sino de caminar.
El resultado ha de
ser hermoso pero discreto, debe pasar desapercibido, integrado en el
paisaje. Instalación realizada para en realidad no ser vista, para
pasar desapercibida. El objetivo es que una vez terminada la
intervención ha de parecer que siempre ha estado ahí. La discreción
del resultado es mi objetivo y mi triunfo. La belleza de la
contemplación… mi premio.
A través del jardín
participas de la magia de la naturaleza, del misterio que encierra
una semilla, de la esencia de la vida. Plantar una bellota y ver
como, poco a poco, va apareciendo, haciéndose más y más visible
una encina; pasear y descubrir como de la nada van surgiendo esbozos
de futuros pinos… es indescriptible.
(7) Morris,
Robert. Continuus Project Altered Daily.
Londres. 1993. Citado por Raquejo, Tonia en Land Art.
Arte Hoy. Editorial Nerea. Madrid. 1998. Pág.. 61.
(8) No estoy solo en esta
aventura. Mi marido, Hubert, es parte fundamental en este proceso, en
esta experimentación, en esta metamorfosis que vive el jardín, que
vivimos nosotros.
(9) Añón Feliz, Carmen. Op.
cit. Pág. 42.
(10)Von
Hofmanns, Hugo. Gärten. Citado
por Asunto, Rosario en: Ontología y
Teología del Jardín. Tecnos.Madrid.
1991. Pág. 141.
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