DESARROLLO TÉCNICO: PIEDRA Y PAPEL.
“Ascended a una cima
para ser en ella la escultura,
para que todo lo que
hayáis visto os haga de pedestal.”
PEREJAUME (11)
La obra o proyecto
queda planteado en dos planos diferentes e interrelacionados. En un
primer término y como protagonista fundamental (generador del
segundo) se halla el jardín en sí mismo. Jardín como realidad en
proceso de construcción, pero dispuesta ya para la experiencia, para
la contemplación. El segundo apartado correspondería al resultado
plástico de la experiencia en sí, a través del dibujo.
Para lo primero,
bastaría con un paseo, como experiencia directa para sentir, para
disfrutar su tranquilidad, respirar su aire… Ante esta
imposibilidad, me veo obligado a intentar transcribir el espacio a
una serie de fotografías. No pretendo que dichas fotografías sean
artísticas, no tendría sentido. Fotografías pues como
simples elementos informativos, fotografías en blanco y negro como
documentación de algo que no se puede documentar. Presento las
fotografías como extra, como anexo No tiene sentido hacerlas
partícipe de la obra en sí, pues no son un objetivo, sino un
vehículo de información, un conjunto de fragmentos, imágenes de
una realidad a la que representa, pero de la que no participa.
Mostraré parte del proceso: el antes y el después, el pasado y el
presente, entendiendo el presente como germen de futuro.
Las fotografías
incluidas en la introducción -Jardín: Hombre y Naturaleza,
Materia Y Espíritu- corresponderían al estado en que se
hallaba el jardín cuando compramos el terreno. El resto de las
fotografías irán mostrando los cambios que se irán introduciendo
en el jardín. Fotografías narrativas, cómplices en el proceso.
Teniendo en cuenta
que las relaciones entre arte y naturaleza quedan condicionadas por
la cualidad de segunda naturaleza que posee el arte en cuanto
producto humano, el arte asume, pues, el papel de herramienta entre
el conocimiento y la naturaleza original.
Dibujo como
herramienta y dibujo como reto. Dibujar es, al igual que la
albañilería, un volver a aprender lo desaprendido, lo olvidado, lo
infravalorado y en cierto modo, incluso despreciado. El jardín
supone una marcha atrás, un retomar aquello que por más que he
intentado olvidar… no he podido. Resulta curioso el paralelismo
que, en mi caso, se establece entre el dibujo y la albañilería,
entre la primera naturaleza del jardín y la segunda del papel.
Gris cemento, gris
carbón. La misma mano que recoge piedras, que sujeta la paleta, que
mezcla arena y cemento, que hace caminos… , dirige el carboncillo
dibujando sobre el papel. Caminos sobre el terreno y líneas sobre el
papel. Líneas que oscilan entre la fragilidad más extrema, llenas
de sensibilidad, repletas de espiritualidad… y la dureza de la
escisión más rotunda, generadora de la unidad.
Pero el dibujo no es
únicamente un reto. Es la única técnica que me permitiría,
gracias a sus cualidades o características, conseguir mis objetivos.
La discreción del
dibujo es similar a la de mi intervención en el jardín. Su
instantaneidad me permite describir la experiencia contemplativa en
estado puro, sin que haya lugar ni tiempo para la razón. Me permite
mostrar la naturaleza sin competir con ella.
Busco la sencillez
del dibujo. Pero esta sencillez no equivale a austeridad en un
sentido orientalista pues, mi jardín no es austero, es esplendor, es
un jardín en demasía. Si no uso color es simplemente porque es
innecesario y, como tal, sólo serviría como elemento de
distracción. La economía de elementos no es tampoco una economía
de fuerza pues, no me importa desperdiciar energía en aquello que
amo. Es una economía que permita visualizar fácilmente, a través
de la insinuación, el dibujo como unidad.
La capacidad de
insinuación que posee el dibujo, el mostrar lo máximo con lo
mínimo, es lo que convierte al observador en actor y partícipe de
ella. Es él quien termina la obra, quien la da por concluida.
(11) Perejaume. Catálogo:
Perejaume.
Galería Soledad Lorenzo.
Madrid. 1999.
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