Jardín:
Hombre y Naturaleza, Materia y Espíritu.
Tierra y lluvia, Tierra
mojada.
Humedad que me envuelve.
Limpia, clara, serena…
Humedad que me empapa de
calma y sosiego.
Calmado paseo. Caminando
sin pensar.
Dejándome llevar por el
agua que me cae, me moja,
y me cala… hasta los
huesos.
A. RUBIO
El jardín es una construcción física y
también una construcción intelectual. En cuanto a los aspectos
físicos, el jardín se construye con materiales vegetales, piedras,
agua… que responden a formas, modelos o estilos culturales e
históricos (a modo de un tipo de arquitectura). Pero, el jardín
no puede ser entendido sólo como un objeto construido o como un
espacio concreto sino como idea (de una realidad que son los
jardines).
Existe una dislocación entre idea y realidad,
de tal manera que mientras la idea de jardín bien como
representación ideal del mundo (Utopía, ideal de una sociedad
perfecta), bien como reconstrucción del primer jardín (nostalgia
del Paraíso Perdido, Elíseo, Arcadia…) nos muestra una serie de
cualidades que se materializan en un lugar feliz, bello, agradable,
útil, saludable …, la realidad nos muestra un mundo (el hombre y
su historia) cruel, infeliz, desertizado, insufrible…
El jardín se alza como una utopía alcanzable,
como sinónimo de lugar de quietud y felicidad eterna (de ese deseo
de felicidad que tendemos a buscar): “Por ello es necesario
recuperar lo que de idea, de ideal, hay en el jardín, para mantener
encendida la llama de la utopía”. (1)
El jardín es también la recreación de un mundo
edénico. Es la imagen mística de ese paraíso terrenal común a
todas las grandes civilizaciones y religiones como lugar idealizado
donde el hombre vuelca todas sus esperanzas y sus anhelos de habitar
un mundo mejor. Se convierte así el jardín en un símbolo, en una
imagen del Edén: “El paraíso terrenal era el estado natural
del hombre, cuando no comía del árbol de ciencia del bien y del
mal. Ni buena ni mala, el símbolo representa la realidad tal y como
es…” (2)
Árbol como metáfora de la ciencia. Jardín
unido al conocimiento, jardín como fragilidad extrema, como
confrontación entre el orden y el caos, entre microcosmos e imagen
del universo, entre la tierra, como gran madre universal (generadora
de todas las criaturas de la naturaleza –incluido el hombre-,
primera morada gestante de la humanidad), y el hombre que, frente a
los animales salvajes, que habitan la selva indómita, al construir
el jardín como morada demuestra su inteligencia y ejerce un dominio
sobre la naturaleza.
La necesidad que tiene el hombre de demostrarse
a sí mismo su capacidad para dominar y transformar el medio físico
ha contribuido a desarrollar formas artísticas en las que la
naturaleza es el sujeto del arte. El arte del jardín es el más
antiguo a través del cual el hombre expresa sus ideas de poder sobre
la naturaleza. Arte pues de intervención que adquiere, a lo largo de
la historia, infinidad de formas diferentes.
Jardín como reino de la dualidad, dualidad
como unidad. Todo en él tiene cabida, es posible. La fantasía y la
realidad se integran en un todo. Jardín de la imaginación y jardín
del conocimiento. Lugar de la geometría y el orden, pero también
del caos. Jardín del Clasicismo y del Romanticismo, de lo apolíneo
y lo dionisíaco, de la razón y de los sentidos. Jardín del día y
de la noche, de la vida y de la muerte. Jardín como
cognitio
matutina, como punto de unión entre luz y sombra.
El jardín es un espacio acotado, cerrado,
separado del exterior. Fuera de su recinto está la realidad
cotidiana, entrar y salir, dentro y fuera de las dimensiones del
tiempo. Un lugar en el que nadie puede entrar sin consentimiento. “Es
un lugar privado, alejado de la mirada de los curiosos… un lugar
que, por su carácter íntimo, se vuelve sagrado”. (3) Sin
embargo, el jardín no tiene fronteras , tamaños ni barreras. El
jardín es, al igual que toda obra de arte, “un símbolo abierto
que no tiene límites definidos. Jardín que al extremo puede ser una
maceta y en su expresión más amplia la ciudad entera…” (4)
Como símbolo, el jardín cumple una función
mediadora, reuniendo elementos separados, uniendo dualidades: materia
y espíritu, hombre y naturaleza, naturaleza y arte… El jardín es
un símbolo que a su vez está formado por la infinidad de símbolos
que pueden representar sus elementos –piedras, árboles, agua…-
El jardín no es sólo el lugar para encontrar
frescura, luz y sombra, colores y perfume. Es un lugar en el
que se unen sentimiento y pensamiento. Es el lugar ideal para hablar
al espíritu y sobre todo a la imaginación. El jardín es un lugar
poético en el que vive la propia soledad, la propia intimidad, como
espacio para el vagar solitario pero que ofrece la posibilidad de la
conversación, del paseo en compañía. Es un lujar para la paz,
premisa de la contemplación (estado natural del hombre), a través
de la cual “ocurre el símbolo en nosotros, e inadvertidamente
se acerca el alma a su no ser. No hay entonces espectador, sino solo
lo que hay. Reconocemos lo Uno en el Todo.” (5)
A través de la contemplación activa de la
naturaleza, uno se observa a sí mismo o, mejor dicho, uno observa el
proceso de su existencia. Se genera una experiencia que nos hace
conscientes de la interacción entre el cuerpo perceptor y el mundo.
Se invierte así el proceso por el cual el objeto es descubierto por
el sujeto; ahora es el objeto el que descubre al sujeto:
“ Quien se dirige a la naturaleza con los
sentidos despiertos puede encontrar en ella un manantial de
extraordinaria riqueza que contribuya a lavar las telarañas que se
ciernen en lo más profundo del ser, preparándonos para enfrentarnos
a nosotros mismos e iniciar, así, la ardua tarea del
autoconocimiento “.(6)